María Elena sigue luchando y bailando.
Han pasado 25 años desde que Sendero Luminoso asesinó a María Elena Moyano y dinamitó su cuerpo. Fue asesinada por apostar decididamente por el socialismo como afirmación de la vida y por su convicción de que la transformación radical de la sociedad se lograría desde los saberes e iniciativas de los sectores populares, y no en contra de ellos como pretendía Sendero.
Desde el momento mismo de su asesinato, la memoria de Maria Elena se convirtió en objeto de disputa entre los dos bandos de esa guerra. Desde el estado y los medios de comunicación se hizo un gran esfuerzo para construir una imagen de María Elena que no ofendiera a los poderosos y que pudiera ser utilizada por el fujimorismo dentro de la narrativa que estaba construyendo para justificar su creciente autoritarismo y el golpe de estado que ya estaban preparando.
Trataron de ocultar su militancia socialista y feminista tapándolas bajo el título de “madre coraje” -que bien visto, rezuma conservadurismo-. Trataron de borrar todo aquello que resultara incómodo y transgresor de su memoria, y esa versión edulcorada y recortada de ella misma, fue declarada “heroína nacional” y hoy es la que aparece en los libros de historia que se leen en las escuelas del país.
Hoy en día, cuando la izquierda peruana empieza a repensarse y a recuperar espacios en la sociedad, es necesario que los movimientos sociales y los nuevos partidos de izquierda recuperemos la memoria -que es mucho más que simplemente recordar- de nuestras luchas y de quienes las libraron.
La memoria de María Elena que ha sido escrita por el estado y es utilizada incluso por su hermana fujimorista para justificar las violaciones de derechos humanos cometidas por su jefe, debe ser contestada desde la izquierda con una memoria sólida y vital, en que resaltamos la originalidad y radicalidad de su acción política y en que podemos sentir cómo su lucha sigue siendo la nuestra.
María Elena Moyano entendía que el camino para transformar la realidad estaba en la organización de los sectores populares, más allá de las formulas de los partidos tradicionales de la izquierda. El trabajo que dedicó a la organización política de las mujeres de Villa El Salvador y para la construcción de un feminismo popular, desbordando los roles que tradicionalmente se les había asignado en las organizaciones sociales y políticas, perseguía este objetivo. En la lucha contra el patriarcado, enfrentó tanto las bases materiales de la opresión como las formas más sutiles en que se reproducen los sentidos comunes. Entendía que el cuerpo y los afectos son también un campo de batalla. Una cabeza de playa que cada uno puede tomar en la guerra contra el patriarcado y el capitalismo.
Para María Elena la lucha política por construir un mundo más justo se hacía en la calle, en asambleas -debatiendo y organizando- pero también se hacía bailando, queriendo y abrazándonos. Esta es la izquierda –la que lucha y la que baila- en que creemos y que estamos construyendo.

Publicado en Demonio Feliz Nro 2 / Febrero de 2017