NO RECONSTRUIR DESASTRES, CONSTRUIR MARAVILLAS!
Publicado en Demonio Feliz Nro 3 / abril - mayo 2017
El Ministro de Defensa ha dicho ”la naturaleza nos puso la agenda” ¿Decidió ella vaciar el agua por días y semanas para destruir puentes y carreteras, llevarse casas e inundar ciudades, matando gente, causando dolor y orfandad? Felizmente, semanas atrás, el Vicepresidente Vizcarra había orientado la mirada de los pueblos en la dirección correcta “ahora tenemos que pagar la imprevisión,”dijo. No es pues la naturaleza la que causa la destrucción y el dolor. Pero ¿ de qué imprevisión hablamos?
Hace miles de años los pueblos han vivido estos fenómenos naturales. El nuestro es el espacio de empinadas y desafiantes laderas de los Andes que bordean el círculo de fuego del Pacífico. Majestuosamente bella por infinitamente diversa. Los pueblos aprendieron a respetarla y amarla y levantaron una de las grandes civilizaciones del mundo. Se instaló una mentalidad colonial y colonizadora que, pretextando idolatrías y salvajismos, trató de destruirla para facilitar el saqueo de riquezas la implantación de copias y calcos de una civilización de llanuras y praderas. Este es el desastre madre de los otros desastres.
Pero, ¿por qué los que mandan el país no han respetado la información científica que advertía graves riesgos del desastre que se venía haciendo? Porque prevalece el lado depredador que solo ve al país como oportunidad para saquear. No para construir maravillas. Durante el último medio siglo pasado aplicaron políticas comerciales que destruyeron la producción agropecuaria y manufacturera serrana, debilitaron comunidades y nos arrojaron a tugurizarnos en ciudades del desierto costero y en la llanura amazónica. Fue el penúltimo gran desastre.
Y llegamos al último. Una dictadura mafiosa que implantó el neoliberalismo más hostil a las capacidades de producir maravillas de los peruanos. Nos condenó a retroceder a ser solo productores de materias primas y consumidores de bienes y servicios importados. Persiguió comunidades indígenas y eliminó la protección a la producción agropecuaria, prohibió la producción industrial y asfixió la poca investigación de algunas universidades para reducirlas a su viejo papel colonial de productoras de administradores del consumo importado.
De estos desastres se derivan los que sufrimos ahora. Desde la corrupción hasta la imprevisión y el juego irresponsable y criminal con las necesidades de los pueblos arrojándoles como mendrugos obritas que el agua se llevó. Como se habla de reconstrucción y la tendencia será a reconstruir los desastres que nos han llevado a donde estamos, señalamos líneas de acción para forjar alianzas y nuestros pueblos vuelvan a construir maravillas.
Derrotar las políticas neoliberales para poner al centro la producción de maravillas de industrias agropecuarias y agroalimentarias, gastronómicas y manufactureras a partir de los millones de productores actuales. Para ese fin apoyar la lucha de estudiantes y maestros en las universidades para investigar al más alto nivel y aprender de la vieja civilización andina. Por lo tanto renegociar tratados internacionales que nos lo impiden.
Acorde con esta orientación, iniciar el cambio del modelo insostenible de ocupación del territorio para evitar las trampas mortales de ciudades en el desierto con los riegos que vemos. Un nuevo Estado puede rentabilizar con transporte, educación y comunicaciones la producción en pueblos y ciudades pequeños e intermedios. Y un Ceplan con poder de planificación concertada pero obligatoria debe acabar con la dictadura de un MEF y un BCR guardianes de la condena a ser solo recolectores y cazadores.
Reconocer a los millones de familias rurales y urbanas como inversionistas en chacras y establos, talleres, medios de transporte y en estudios. Su florecimiento debe ser el criterio para el Estado para buscar y promover la inversión transnacional. La milenaria comunidad indígena, probada institución para multiplicar energías y entusiasmo en la producción de riqueza material, artística y espiritual religiosa, debe recuperar el papel de sujeto de un Nuevo Perú y su aparato productivo. Los hábitos de comunidad vuelven a permitir que jóvenes y ciudadanos adultos pongan el hombro en la emergencia. La reconstrucción debe florecer la cooperación popular.
Finalmente aprender de nuestros pueblos y colocar la celebración de la vida en la fiesta como actividad orientadora de la construcción del Nuevo Perú. La convivencia de nuestra infinita diversidad será productiva, pacífica y segura si es gozosa. Para eso, la inversión en la cultura que producen los pueblos y en el Ministerio de Cultura debe incrementarse. Más Cultura para más Perú y desde el momento de la reconstrucción. Porque no queremos que se reconstruya el desastre de Perú que tenemos sino la maravilla de un Nuevo Perú.